La verdadera religión debe estar de acuerdo con el primer instinto del hombre, la necesidad de una relación directa con su Creador sin la intervención de intermediarios, y que represente las virtudes y buenas cualidades del hombre.
Debe ser una sola religión, simple y llanamente, comprensible y sin complicaciones, válida para todos los tiempos y lugares.
Debe ser una religión estable para todas las generaciones, para todos los países, y para todo tipo de personas, con diversidad de leyes según las necesidades del hombre en cada época, y no acepta adiciones o disminuciones según los caprichos, como es la caso en las costumbres y tradiciones que se originan en los seres humanos.
Debe contener creencias claras y no necesita de intermediarios. La religión no se toma con sentimientos, sino con pruebas correctas y comprobadas.
Debe cubrir todos los aspectos de la vida y de todo tiempo y lugar, debe ser adecuada tanto para este mundo como para el Más Allá, edificando el alma y sin olvidar el cuerpo.
Debe proteger la vida de las personas, preservar su honor y su dinero, y respetar sus derechos y su mente.
Así, quien no sigue este camino que viene en armonía con su naturaleza, vivirá en un estado de confusión e inestabilidad con una sensación de opresión en el pecho y el alma, además del tormento del Más Allá.
Cuando la humanidad perezca, sólo quedarán el Viviente, el que no muere. Quien dice que no es importante adherirse a la moral bajo el paraguas de la religión es como quien estudia doce años de estudio y dice al final "no quiero el certificado".
Al-láh Todopoderoso dijo:
﴾[Ese día] reduciré todas sus obras a polvo disperso en el aire﴿ [41] (Traducción del Corán, 25:23)
La construcción de la tierra y las buenas costumbres no son el fin de la religión, ¡sino que son un medio! La meta de la religión es hacer conocer al hombre a su Señor. Entonces, la fuente de su existencia, su camino y su destino, y el buen fin y destino no se logra sino conociendo al Señor de los mundos a través de la adoración y obteniendo Su aprobación. El camino a eso es a través del desarrollo de la tierra y las buenas costumbres, siempre que las acciones del siervo sean para el agrado de Al-láh.
Supongamos que alguien se afilió a una pensión en una organización de seguridad social, y la empresa le anuncia que no va a poder pagar la pensión y que pronto cerrará, y si él supiera, ¿seguiría haciendo negocios con ella?
Cuando una persona se da cuenta de la inevitabilidad de la aniquilación de la humanidad, y que al final es incapaz de recompensarlo, y que las acciones que ha hecho por el bien de la humanidad serán en vano, se sentirá muy decepcionado. El creyente es el que trabaja, se esfuerza, trata bien a las personas y ayuda a la humanidad, pero por Al-láh, y así obtendrá la felicidad en este mundo y en el Más Allá.
No tiene sentido que el empleado mantenga su relación con el resto de sus compañeros y los respete, mientras descuida su relación con el empleador, por lo tanto, para que tengamos el bien en nuestras vidas y seamos respetados por los demás, nuestra relación con nuestro Creador debe ser la mejor y más fuerte.
Además, decimos, ¿qué motiva a una persona a establecer la moral y los valores y a respetar las leyes o respetar a los demás? ¿O cuál es la disciplina que controla a una persona y la obliga a hacer el bien y no el mal? Y si responden: "por la fuerza de la ley", entonces respondemos y decimos que la ley no está disponible en todo momento y lugar, y no es suficiente por sí sola para resolver todas las disputas a nivel local e internacional. La mayor parte del comportamiento humano tiene lugar aislado de la ley y de los ojos de la gente.
Prueba suficiente de la necesidad de la religión es la existencia de este gran número de religiones a las que acuden la mayoría de las naciones de la tierra para organizar su vida y controlar la conducta de sus pueblos sobre la base de leyes religiosas. Como sabemos que el único control de una persona es su creencia religiosa en ausencia de la ley, pues la ley no puede estar presente con una persona en todo momento y en todo lugar.
El único motivo y disuasión para una persona es su creencia interna de que hay un Vigilante sobre ella y un contador. Esta creencia está originalmente enterrada y firmemente arraigada en su conciencia. Aparece claramente en el ser humano cuando está preocupado por un acto incorrecto, ya que las facultades del bien y del mal entran en conflicto con él y trata de ocultar cualquier acto obsceno a los ojos de las demás personas, o cualquier acto que el sentido común denuncie. Todo esto es evidencia del hecho de que el concepto de religión y creencia existe en las profundidades del alma humana.
La religión vino a llenar el vacío que ninguna ley hecha por el hombre puede llenar u obligar a las mentes y los corazones, independientemente del tiempo y el lugar.
El motivo o impulso que tiene una persona para hacer el bien varía de una persona a otra. Cada persona tiene sus propios motivos e intereses para actuar o adherirse a determinadas morales o valores, por ejemplo:
Castigo: puede ser un impedimento para que una persona detenga su maldad hacia las personas.
Recompensa: puede ser lo que motiva a una persona a hacer el bien.
Autosatisfacción: puede ser el control para que una persona se controle a sí misma de los deseos y necesidades. Y ese hombre tiene temperamento y caprichos, y lo que le gusta hoy, puede que no le guste mañana.
Motivación religiosa: es conocer a Al-láh, temerle y sentir su presencia dondequiera que vaya. Es la motivación fuerte y eficaz [42]. Atheism a giant leap of faith (El ateísmo, un gran salto de fe)- Dr. Raida Jarrar.
La religión tiene un gran impacto en mover los sentimientos y emociones de las personas, ya sea positiva o negativamente. Esto nos muestra que el origen del instinto de las personas se basa en el conocer a Al-láh, y puede ser utilizado en muchos casos, intencionalmente o no, como motivo para moverlo. Esto nos lleva a la seriedad de la religión en la conciencia del hombre, porque está relacionada con su Creador.
El papel de la mente es juzgar las cosas y certificarlas. La incapacidad de la mente para alcanzar la meta de la existencia del hombre, por ejemplo, no cancela su papel, sino que le da a la religión la oportunidad de decirle lo que no pudo comprender. Entonces la religión le habla de su Creador, la fuente de su existencia y el propósito de su existencia; y él mismo comprende, juzga y certifica esta información, por lo tanto, reconocer la existencia del Creador no interrumpe ni a la razón ni a la lógica.